Nuestra casa en la Puglia, Podere Papilio, cerca de Noci y también de Alberobello, era un trullo en toda regla. Había sido un bed&breakfast y seis meses antes, tras una reforma en profundidad, se había convertido en una casa de alquiler, completa o por partes. Estaba en el interior de una finca grande con muchos olivos, como la mayoría de la zona.
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Fachada principal de Podere Papilio |
Lo que no le preguntamos a Silvia fue el significado del nombre de esta bonita casa.
Tenía una configuración que permitía alquilarla entera, cuatro habitaciones para ocho personas, nuestro caso, o para grupos menores.
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La casa completa; a la izquierda, dos habitaciones independientes |
El cuerpo principal de la casa lo formaban dos habitaciones, la cocina, comedor y salón. Pero había dos habitaciones en un lateral con entradas independientes, que podían utilizarse por libre con acceso a la cocina y el comedor, según nos explicó Silvia.
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Habitación de la casa principal, que contaba con un amplio baño |
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Una de las habitaciones independientes. |
Estas dos habitaciones de uso separado tenían un porche cubierto, bordeado por un murete de piedra utilizable como terraza.
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Cocina de Podere Papilio |
La cocina, bien dotada, servía para comer o desayunar, pero no para un grupo tan numeroso. Como el resto de la vivienda, casi de estreno, estaba excepcionalmente limpia y todo el menaje y los muebles en perfecto estado.
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Comedor suficiente para ocho personas |
La habitación por la que se accedía a la casa hacía las veces de comedor.
Y anexo, un pequeño salón con televisión.
A unos metros de la casa, una piscina de dimensiones razonables y bien cuidada. La utilizamos muy poco, pero en los meses de calor debe ser casi imprescindible. Se sorprendió Silvia de que no nos bañaramos, "porque los holandeses llegan, y al agua", explicó. Ella todas las mañanas se pasaba un buen rato limpiándola, aparte de contar con un robot
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Relajo mañanero antes de partir para nuestra excursión del día |
Silvia fue muy-muy amable. Al llegar a la casa teníamos un cesto de fruta y otro de productos típicos de panadería, una botella de vino, zumos y algunas viandas en el frigorífico, lo suficiente para salir del paso. Y la mañana del día que llegamos nos preguntó por wasap si queríamos panzerotti para la cena, que aceptamos de inmediato sin saber lo que era. Resultaron una especie de empanadillas tamaño gigante, aplanadas y rellenas de queso y jamón, que no quiso cobrarnos al marchar. Lo dicho, una casa de diez y una encargada sobresaliente.
La casa nos costó 2140 euros en total por siete noches. Igual que la otra, la localizamos en la plataforma VRBO. La verdad es que aunque las mismas casas se encontraban también en Air BNB o Booking, la comisión de VRBO debe ser menor, y de ahí que los precios sean más asequibles, en general.
VILLA LALLA (SORRENTO)
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Acceso en la carretera a la finca de Villa Lalla también llamada Villa Lisa |
La casa de la periferia de Sorrento no se parecía en nada. Era un edificio de tres plantas con una distribución extraña, bastante más viejo y maltratado, en peor estado de conservación. Incluso con un punto de incomodidad para utilizar la cocina, situada en la planta baja y a la que era preciso descender por una escalera de caracol metálica y angosta.
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Entrada directa a la cocina |
La casa tenía dos accesos: a la primera planta, donde están el salón y un dormitorio. Descendiendo, la cocina. Y subiendo por una escalera convencional, la planta alta, con tres dormitorios y dos baños. Una habitación quedaba descolocada ya que los dos baños estaban en el recinto de las habitaciones.
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Acceso a la primera planta, donde se encuentra el salón |
Probablemente, en verano, con calor, la visión de la casa sería otra. Rodeada de árboles de gran porte, el sol prácticamente no le llegaba, lo que en la época estival podría ser un valor pero en octubre mucho menos. De hecho, había un ligero olor a humedad y por la noche poníamos un rato la calefacción para caldearla pese a que no hacía frío.
Tenía una pequeña piscina, que no utilizamos.
También una zona de estar exterior en el acceso a la cocina.
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Terraza de las habitaciones de la planta superior |
Maurizio, el encargado, fue amable y todo discurrió sin problema alguno. El primer día nos pidió una fianza de 500 euros (estábamos avisados), que nos devolvió al irnos sin mirar el estado de la casa.
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Uno de los dos perros del dueño, Lulu, muy cariñosa |
Maurizio estaba en una casa de menor tamaño dentro de la misma finca, y cuando lo necesitamos por algo respondía de inmediato. También se ofreció para cualquier gestión de excursiones y nos recomendó el restaurante de Santa Agatha, a unos dos kilómetros, que nos encantó y al que fuimos en tres ocasiones. Debía de ser amigo del dueño, pues el primer día allí lo encontramos.
PASEO DE LOS DOS GOLFOS O DE LA SIRENUSA
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La costa amalfitana desde lo alto de la península sorrentina |
En la semana de Sorrento dedicamos un día, el domingo, a una caminata senderista, y fue una muy buena decisión. Nos permitió conocer el rural de la comarca caminando, siempre la mejor forma, y además la ruta comenzaba cerca de la casa y ya salimos andando.
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La península sorrentina es de una gran belleza |
Los problemas que la topografía de la península sorrentina tiene para el tráfico rodado son ventajas para su recorrido a pie. Es un cabo que cierra el golfo de Nápoles por el sur, y del otro lado la costa amalfitana. Y en el centro una montaña que desciende hasta el mar, sin casi terreno llano. Mucho arbolado, algunos cultivos de aceituna, abundantes casas dispersas, verde y tranquilidad. Un lujo.
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Esculturas en madera en el camino |
Fueron unos pocos metros por la carretera, un tanto peligrosa, nada adecuada para un caminante, pero en seguida nos adentramos en un pequeño camino de acceso a varias viviendas, algunas casi mansiones. Y al poco rato, campo y de vez en cuando viviendas aisladas de tipo campesino.
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El escultor utilizó troncos para sus obras de arte |
El nombre del camino, como puede deducirse, se debe a que en la ruta unos ratos se está del lado del golfo de Nápoles y en ocasiones frente a la costa amalfitana y el mar abierto. Unas panorámicas excelentes.
Antes de tomar el sendero hubo dudas en una bifurcación, y allí nos salvó una señora que iba paseando con unos perros. Cuando empezó a meterlos en su coche contamos nada menos que siete canes. Alucinamos.
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El camino está sembrado de pendientes |
La información de esta ruta anuncia un total de 9 kilómetros a recorrer en tres horas. Esta media tan baja se debe a la orografía, con frecuentes subidas y bajadas y tramos de camino irregular.
Nosotros caminamos despacio, disfrutando de la jornada y del paisaje, y empleamos cuatro horas, pero le añadimos el tramo caminando hasta Santa Agatha para comer. Después volvimos a casa igualmente a pie, con lo que no tocamos el coche. Un placer.
El mar fue una compañía casi constante, y desde allí arriba entendimos los problemas de movilidad de esta península, con una única carretera muy saturada, más algunas otras más pequeñas. La orografía no permite otra cosa.
Avanzada la ruta hubo un momento de confusión en un descenso, en el que nos confundimos, un rato después ya lo habíamos solucionado. E incluso nos fue mejor, evitamos una bajada acusada.
Las zonas de bosque se complementaban con otras descubiertas, haciendo más sencilla la vista del mar.
En el tramo final se sucedieron zonas de cultivos de olivos, muchas fincas seguidas. Estaban en plena recolección de la aceituna.
Los campos estaban cubiertos de redecillas para recoger las olivas, y había mucha gente trabajando. Una vez finalizada la recogida, los podaban, había campos llenos de ramas cortadas sin recoger.
En una casa sin ocupantes disfrutamos de su terraza mirador (el camino nos llevó allí, no la invadimos) y también nos tomamos unos racimos de uva, por cierto, riquísimas.
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Los islotes Sirenusa, pegados a tierra en el litoral amalfitano |
En esta parte disfrutamos largo rato de la vista de las Sirenusa, unos islotes pegados a la costa, que parecían muy pequeños desde la altura y a distancia. Cuando los bordeamos en barco camino de Amalfi ya no eran tan pequeños y en uno se asentaban varias casas.
En esta zona tan empinada habían construido numerosos socalcos para generar terrazas en las que poder cultivar olivos.
Utilizando en ocasiones los socalcos llegamos a un camino que ya no abandonamos.
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Árbol de acerolas. |
El fruto del árbol parecían cerezas, pero en octubre no era posible. Finalmente descubrimos que se trataba de acerolas.
Pero no teníamos prisa alguna, el día era excelente en todos los sentidos y lo disfrutamos.
Paisajes marinos a ambos lados, bosques, zonas de monte bajo y cultivos, y mucho silencio. Todo lo que podíamos desear. Ya casi al final llegamos a un pueblo, el único, Torca, muy alargado y con una calle tan estrecha que malamente pasaba un coche.
De aquí una tiradita a Santa Agatha y a comer a nuestro restaurante de cabecera en la zona, Locanda, pegado al Orlando, de hecho dudamos de cual sería su nombre real. La comida estuvo genial y varios eligieron un cordero a la brasa,sabrosísimo. Otros un plato de frutos del mar fritos, también muy bueno. Después, dos kilómetros de subida hasta la casa para bajar la comida.
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Cafetería-pastelería de Santa Agatha, allí jugamos varios chinchimonis |
Acabada la comida, una cafetería cercana a la vez pastelería de nivel nos sirvió de refugio para nuestro deporte de mesa preferido. Y allí descubrimos un dulce que nos encantó, la sfogliatella.
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Sfogliatella, un dulce riquísimo
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Lo tomamos en otros sitios, a veces eran más grandes, pero siempre sabroso, una especie de milhojas con crema.
CURIOSIDADESEl pueblo italiano es, en general, bastante ruidoso, como ocurre con los españoles.
Por ello cartelitos como este seguro que son necesarios. Pero nos llamó la atención, quizás por que en España, a la cabeza del ruido y del hablar alto en espacios públicos, no se ven.
En Sorrento, lugar turístico, no quieren a personas en bañador por las calles. El Ayuntamiento aprobó hace dos años una ordenanza para multar a quienes se paseen por la ciudad con look playero.
La reclamación de silencio y educación se mezcla en ocasiones con la petición de que el paseante no abandone el camino, como se exige en este cartel en el sendero de la Sirenusa, del que hablamos un poco más arriba en esta entrada.
Hay dueños de perro que recurren a textos terroríficos para ahuyentar a quien pretenda invadir su propiedad.
Los carteles pidiendo que los perros no hagan allí pis, o que se recojan los excrementos, son un clásico.
Algunos en tono humorístico y con gracia.
Se ven con frecuencia, allí, en España y en casi todos los lugares.
Y otras veces te avisan de que aunque el perro sea pequeño, minúsculo, que no te fíes porque puede ser "extremadamente nervioso". Violento? Agresivo?
La exigencia de que no se dejen coches o sillas de ruedas o la simple presencia de personas en la puerta de una casa también son universales, y en las zonas turísticas, también en inglés por si se trata de un foráneo.
Y algo que en Galicia periódicamente genera noticias del tipo "un camión atascado en una aldea por seguir a Google maps" ha generado carteles de imprenta en Campania. Avisa que se está cerca un lugar estrecho donde no pasa un coche. Para darles las gracias, por supuesto.
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Un carro con doble función |
La historia de este carrito de supermercado es la de siete viajeros procedentes de Galicia descolocados en un supermercado de Santa Agatha. Estábamos haciendo la compra y varios clientes nos advirtieron de que algo no iba bien y señalaban el cartel. No entendíamos, llegamos a pensar que era un carro para comprar productos para mascotas. Finalmente nos percatamos de que era un carrito para hacer la compra con perro no demasiado grande cómodamente instalado allí.
Sorpresa total, desconocido para nosotros.
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Sorprendente cartel en el baño de una cafetería en Lecce |
Pero la que batió todos los récords de nuestra incredulidad es el cartel colgado en un baño de un bar, en Lecce, en el que pedían que no se entrara allí en bicicleta o moto. No entendimos el chiste, pero seguro que tiene gracia. Además, era un baño muy pequeño.
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Furgoneta de nueve plazas con la que recorrimos Campania y Puglia |
Y no queremos olvidarnos el vehículo de alquiler que nos facilitó la movilidad durante estas vacaciones. Era un Volkswagen Caravell, alquilado por medio de la plataforma
Check 24 a Enterprise, al precio de 1.969 euros los 15 días, recogiéndolo en el aeropuerto de Nápoles y devolviéndolo en Bari, con seguro a todo riesgo y franquicia cubierta por la propia plataforma. Todo fue bien, pero el vehículo no era precisamente potente, pero sí espacioso y cumplió su función sin incidencias.
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Selfie masculino en Matera |
A lo largo de estas dos semanas hubo tiempo para todo, incluso para dar instrucciones para realizar selfis aceptables.
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Los "selfistas" a su vez fueron retratados como si Velázquez pasara por allí |
Pirateado por otra miembro del grupo agazapada a poca distancia.
Y con esta entrada damos punto final a la crónica del viaje, que nos sirvió para pasar buenos ratos y conocer dos regiones ciertamente reseñables. Italia es una apuesta segura y por eso vamos de vez en cuando y siempre salimos contentos.
HASTA LA PRÓXIMA, esperemos que pronto!
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