Los acantilados sobre los que se asienta esta joyita del Adriático, compuesta casi en su totalidad por casitas blancas de poca altura y algunos edificios señoriales de piedra, confieren un aspecto especial al conjunto. Son la clave del éxito de la calificada, nada pretenciosamente, por supuesto, como ciudad costera más acogedora del mundo. Al margen de la exageración, y de lo difícil que es medir lo acogedora que es una ciudad, indudablemente es un lugar muy atractivo en el que pasear por sus calles y por su frente litoral engancha.
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Pequeña playa de Polignano, encantadora y que divide el acantilado |
Polignano es una población que no llega a 20.000 habitantes y un lugar de referencia para el turismo en el Adriático. Y esta playa, pequeña y de piedras, el sitio más fotogénico y fotografiado de la ciudad Sus aguas color turquesa y el entorno de acantilados hacen de Lama Monachile un sitio destacado.
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El mar ha excavado cuevas bajo el acantilado que soporta el pueblo |
Las casas llegan hasta el borde mismo del muro de piedra sobre el que se construyó Polignano a Mare, un poblamiento antiguo (la zona está habitada desde el Neolítico) y durante el imperio romano una villa de pescadores.
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La playa está concurrida incluso fuera de la temporada estival |
Estuvimos en Polignano un día laborable en la segunda mitad de octubre y la playa (que no el arenal, ya que no hay arena, desgraciadamente) concurrrida.
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Bañistas del grupo saludan desde el agua antes de entrar en una cueva |
Entre los viajeros hubo quien no quiso perderse un baño en un lugar tan atractivo. Pese a las dificultades para llegar al agua sobre las piedras, fue un chapuzón de lo más relajante y disfrutón, e incluso penetramos en una de las grutas. Comprobamos in situ que el oleaje va comiendo terreno a las rocas y horadando su base. El agua, color turquesa, la temperatura idónea, ligeramente fresca a la entrada y después al punto.
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La costa es abrupta y domina la piedra adonde quiera que mires |
Aunque en nuestro recorrido no las vimos, parece que en dirección norte hay playas de arena, indudablemente más cómodas pero menos frecuentadas que Lama Monachile.
Después del baño dedicamos un buen rato a recorrer el pueblo, con callejas pequeñas y recovecos, especialmente en la zona más próxima al mar.
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Arco Marchesale, único acceso al pueblo hasta 1780 |
Uno de los monumentos más destacados de Polignano es el Arco Marchesale o Porta Grande, que hasta 1780 era el único punto de acceso a la ciudad. Forma parte de un palacio del mismo nombre que era el hogar de los señores feudales. Estaba rodeado de un foso con puente levadizo, ahora oculto bajo la plaza Garibaldi.
Calles estrechas, agradables, comerciales y, pese a lo que se vea en estas fotografías, llenas de gente en un día laborable de temporada baja.
Callejeamos y llegada la hora empezamos a buscar un restaurante, pero las tres de la tarde no era un buen momento.
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Esta calle rinde homenaje a la letra de Volare, de Doménico Modugno
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Nos salimos de la parte más antigua y seguimos una calle más principal. Encontramos varios restaurantes abiertos, pero ya a punto de cerrar, que se disculparon por no aceptar a esa hora una comanda de ocho personas.
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Comimos en este restaurante de la izquierda |
Finalmente, como siempre ocurre, o casi, encontramos donde comer y fuimos bien atendidos en la terraza de
L'Archibugio. Nos llamó la atención que, a continuación, durante un rato rechazaron a otros grupos, pero a la media hora (eran ya las cinco de la tarde) empezaron de nuevo a aceptar clientes. Tomamos la principal especialidad de Polignano: el guiso de arroz con patatas y mejillones, muy rico.
Después de comer, en una heladería, igualmente en la calle, nos tomamos un helado para jugárnoslo a los chinos, un ritual que pocos días olvidamos.
Antes de abandonar el pueblo nos acercamos al monumento del hijo más famoso de Polignano en toda su historia, el cantante Doménico Modugno ( Volaré oh). En un mirador del paseo marítimo una escultura de gran tamaño (3 metros) de quien puso esta pequeña ciudad en el mapa italiano e internacional de la canción. A diario hay una constante peregrinación para ver la estatua de Hermann Mejer.
D.M., de espaldas al mar, saluda a diario la puesta de sol dirigiendo su mirada a la ciudad.
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Escalinata para bajar al acantilado junto a la estatua de Modugno |
Antes de abandonar Polignano, recorrimos la amplia escalera de la imagen para pasear por el acantilado y llevarnos una última visión de la localidad.
MONOPOLI
Esta ciudad con nombre de juego famoso de finanzas es otro pueblo blanco, en este caso fácilmente paseable, que a diferencia de Polignano está abierto al mar y en el que su puerto ha sido siempre un factor clave de la vida ciudadana y de su desarrollo. Su tamaño es mayor, con una población que ronda los 50.000 habitantes.
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Puerto de Monopoli |
En el puerto y sus inmediaciones hay numerosos elementos arquitectónicos bizantinos, góticos y venecianos, prueba de su importancia a lo largo de la historia.
Abundan los barcos de pequeño tamaño, casi siempre de un color azul característico.
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Castillo de Carlos V, en Punta Penna, muy cerca del puerto |
A unos pocos metros del puerto, el antiguo castillo de Carlos V, obviamente de la época en que estos territorios formaban parte del imperio español. Después fue prisión (desde mediados del siglo XIX hasta 1960) y actualmente centro de cultura.
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Puerta de acceso al antiguo castillo |
En Monopoli existen todavía grandes tramos de las antiguas murallas defensivas, que llegan hasta el castillo. Al estar abierta al mar, la ciudad era vulnerable y precisaba defensas.
Llegamos a Monopoli de mañana, pues fue la primera visita del día. Después iríamos a Polignano, a solo ocho kilómetros, y cerraríamos la jornada, ya de noche, en Conversano, de regreso a casa, e igualmente a menos de 10 kilómetros de Polignano. Tres agradables poblaciones a tiro de piedra unas de otras.
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Plaza de Garibaldi, la principal de la zona histórica |
Tras el puerto y el castillo nos internamos en la zona antigua a través de la plaza de Garibaldi, de pequeño tamaño y agradable, con terrazas y restaurantes.
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Torre de la catedral de Monopoli: 80 metros de altura |
A través de una calle peatonal estrecha bordeada de edificios en piedra descubrimos la torre de la catedral de Monopoli, dedicada a María Santísima de la Madia.
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Una fachada románica de proporciones armoniosas |
El templo data del siglo XII, pero fue reconstruido en el XVIII y es un ejemplo del barroco en esta zona del país. Pero desde varios siglos antes existían construcciones en dicho lugar, En 1117, se dice, apareció en el mar un icono bizantino de la Virgen y el Niño conocido como Madia, supuestamente huyendo de una persecución, y su repercusión dio un fuerte impulso a la nueva catedral.
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La colorista catedral tiene un pasillo-mirador en altura detrás del altar |
El interior del templo parece no encajar con una fachada de gran simplicidad, repleto de mármoles policromados, frescos y estucos. Realmente deslumbrante. Como curiosidad, en el lateral derecho del altar, hay una escalinata que lleva a un pasillo con balaustrada que discurre tras el altar. Desde allí, a cierta altura, se contempla una perspectiva diferente del recinto. E inusual, es algo que no habíamos visto en ninguna otra catedral.
Tras visitar el templo, seguimos caminando por el centro de la villa, un lugar tranquilo, quizás menos monumental que las demás ciudades de nuestro periplo por la Puglia.
Calles, callejas, plantas y mucho sosiego nos acompañaron en el trayecto de regreso al coche para seguir nuestra ruta.
Las pequeñas barcas azules, convertidas en símbolos de Monopoli, se utilizan como reclamo para actividades comerciales.
CONVERSANO
Esta localidad, de unos 25.000 habitantes, no estaba prevista en la ruta del día pero decidimos hacer una parada ya a la caída de la tarde. Por ello todas las fotos son nocturnas. Habíamos oído que merecía la pena, pero poco más. Aparcamos en el inicio del pueblo, sin problema, y de inmediato nos topamos con una gran plaza y restos de una muralla en la que destacaba una robusta y perfecta torre circular de piedra.
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Maciza torre circular del castillo de Conversano |
Sin rumbo ni idea alguna de por donde tirar, nos dejamos guiar por el instinto. Bordeamos la torre, de la que era difícil apartar la mirada por su perfección, y seguimos caminando.
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Plaza de la Conciliación, corazón de Conversano |
Por la puerta de la imagen penetramos en el casco antiguo, dejando atrás la bella plaza de la Conciliación que los conversaneses prefieren denominar Largo della Corte.
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Casco antiguo de Conversano |
Ante nuestros ojos aparecieron calles medievales bordeadas por edificios y palacetes de piedra, un conjunto atractivo y en muy buen estado de conservación.
Era ya un poco tarde y las calles estaban poco concurridas, lo que nos permitía callejear con más tranquilidad. Realmente nos quedó algo de pena por haber llegado tan tarde y disponer de solo un rato.
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Catedral románica de Conversano (siglos XI-XII) |
Sin buscarla, nos encontramos con la catedral de Conversano, románica, sobria, que empezó a construirse en los siglos XI y XII (como casi siempre, antes había otra iglesia), dedicada a Nuestra Señora de la Asunción.. Fue renovada en el siglo XIV, posteriormente en el XVIII y también en 1911, esta vez tras un incendio. Juan Pablo II le dio categoría de basílica menor en 1997, el mismo que ostenta, por ejemplo, la Sagrada Familia de Barcelona.
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Interior de la catedral, donde hablamos con una erasmus en A Coruña |
Recorrimos tranquilamente su interior, que nos pareció pertenecía a una religión diferente a las catedrales de Sorrento o Tarento. Ausencia casi total de decoración, paredes en piedra con algunos dibujos y líneas, pero ni mármoles ni estucos ni casi pinturas, sobria, distinta.
Pero todo tiene una explicación. La catedral fue reformada en la época barroca al gusto de la época (pinturas, arabescos, estuco...), pero en 1877 el arquitecto Sante Simone propuso devolverle al edificio la belleza del románico original. Al proyecto se opusieron los vecinos, pero finalmente se llevó a cabo tras el incendio de 1911, volviendo a ser un templo claramente románico con obras que finalizaron en 1926. Ahora casi llama la atención, por ejemplo, que tras el altar solo haya piedra, sin adornos.
Mientras la admirábamos, nos habló una chica joven, italiana que hablaba bastante español. Había estado hace pocos años en A Coruña de erasmus y se confesó enamorada de Galicia. Aseguró que tenía morriña de Galicia y que quería volver. Por supuesto, la animamos. Un encanto.
Tras la catedral nos encontramos la iglesia de San Cosme y San Damián, antiguo monasterio de monjas y que data del siglo XVII. Quisimos ver su interior, pero en ese momento había mucha gente dentro y estaban rezando el rosario.
Antes de cerrar esta entrada, señalar que en los jardines junto a la torre encontramos decoración artificial artística bastante peculiar a base de grandes flores de papel o similar.
Posiblemente estaban celebrando un concurso artístico, en una ciudad que se reclama del arte.
Por nuestra parte, pese a lo superficial de la visita, salimos contentos de Conversano y de nuestra decisión de hacer esta parada en un momento en que nuestras vacaciones se encontraban ya en su recta final.
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