lunes, 21 de octubre de 2024

7) Tarento, una isla entre dos mares y mucha historia

Tarento era solo una pequeña isla pegada a tierra situada en la planta del pie de Italia, entre el talón y la parte delantera. Por tanto, al sur del sur y en un enorme golfo que lleva precisamente su nombre. Vista sobre un mapa, un pequeño tapón que bloqueaba la conexión entre dos grandes lagunas (mar Piccolo) y el mar abierto, el mar Grande (Jónico). De forma que en Tarento confluyen agua salada y dulce.

Dos puentes conectan Tarento con tierra firme, uno de ellos giratorio

En este lugar tan especial surgió a finales del siglo VIII a.c. una colonia griega, Taros o Tarantos, la única espartana. Su importante puerto, el principal de la zona, unido a su estratégica situación generó un rápido desarrollo de la que sería una de las principales ciudades griegas en Italia.

Listos para recorrer Tarento tras aparcar junto a uno de sus dos puentes

Con este bagaje histórico seleccionamos Tarento (Taranto en italiano) para una de nuestras excursiones, y eso que en este viaje las opciones eran abundantes en una Puglia realmente magnífica. Y no hace falta hilar mucho para relacionar el apellido del cineasta Quentin Tarantino con esta ciudad, que es lo que significa su apellido, originario de Taranto. El nombrecito se relaciona también con el baile de la tarantella , a partir de la palabra tarántula. También se le conoce como la danza de la araña  y la tarántula era en origen una araña lobo que se daba por la zona y que tenía una picadura muy venenosa y causaba una especie de locura histérica a los afectados. 

El puente fijo, en el lado norte, por el que se accede al casco antiguo 

Entre el siglo VIII y el siglo III a.c. la ciudad tuvo una agitada historia, siempre como un núcleo importante, pero en el año 272 a.c. se convirtió en ciudad romana. Participó en numerosas guerras y fue una protagonista de primer orden hasta que tres siglos después, con el desarrollo del puerto de Brindisi, decayó. Reaparece en la historia en el siglo IV d..c. otra vez como un puerto destacado, después vendría su ocupación por el imperio Bizantino, más tarde los musulmanes y en el siglo XI se convirtió en un principado independiente. Vendrían a continuación el reino de Nápoles, su pertenencia al reino hispánico y, ya en el siglo XIX, su incorporación a Italia. Una historia agitada.

Calle del Tarento antiguo
Bastante ajenos a su alborotado pasado, comenzamos a pasear por las calles de la Tarento histórica desde la parte septentrional, en la que destacan sus edificios altos para la estrechez de las callejas. Posiblemente, la falta de espacio obligó a crecer en altura y aunque hemos tratado de conocer las dimensiones de la isla, claramente pequeñas, no hemos dado con el dato.

En estos viales estrechos pero con solera tenían fachadas palacios y casonas relevantes, pero la falta de espacio les restaba majestuosidad. Pese a ello, un paseo muy agradable. Las casas tenían toldos sueldos y de rayas, como se aprecia en las fotos.

Nuevamente, había sido la señora de la casa, Silvia, quien nos recomendó visitar Tarento, y por suerte le hicimos caso.


Saliendo de la maraña de calles interiores llegamos al borde del mar. Ante nuestros ojos aparecieron dos bellas columnas dóricas.

Restos del templo griego de Tarento, del que quedan dos columnas
El templo al que pertenecían data del siglo VI a.c., el más antiguo de toda la Magna Grecia, y se pensó mucho tiempo que estaba dedicado a Poseidón, pero parece que era más bien a una divinidad femenina. A inicios del siglo XVIII quedaban en pie una decena de columnas, pero desgraciadamente casi todas fueron derribadas para construir una iglesia.
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Lateral de la catedral de San Cataldo, obispo irlandés del siglo VI
Antes de llegar al litoral habíamos hecho una parada en la catedral de San Cataldo, personaje que se encuentra enterrado allí, un macizo inmueble de piedra en el centro de la Ciudad Vieja, como comúnmente se conoce a la zona histórica. 

La catedral de San Cataldo, rica en decoración con mármoles policromados
Fue construida en la segunda mitad del siglo X (la más antigua de Apulia) sobre los restos de un edificio medieval de varios siglos antes. Un siglo después fue modificada y en el XVIII se le añadió la fachada barroca.

Fresco del siglo XII en la cripta de la catedral de San Cataldo
Torre campanario de la catedral de San Cataldo

Antes de abandonar el templo, de acceso libre, pagamos la tarifa fijada para subir a la torre. Hay ascensor y también se puede subir por la escaleras, opciones ante la que el grupo se dividió.

Como imaginábamos, desde esta altura se divisaba una amplia panorámica sobre la ciudad y el mar Jónico.

E igualmente sobre las lagunas interiores, donde hay peculiares instalaciones de cultivos marinos.


Callejeando, habíamos pasado también junto a la universidad, en cuyo patio interior procedían en ese momento a una entrega de diplomas, acto en el que casi participamos ya que una de las graduadas pidió que nos hiciéramos una foto con ella.

Castillo aragonés, impresionante aunque fue derribada una de sus torres

A las tres de la tarde hicimos una visita guiada al castillo aragonés, única forma de visitarlo. Depende de la Armada italiana, y un militar se encarga de mostrarlo a los visitantes de forma gratuita. Está situado junto al canal que conecta el mar con la laguna interior.



Esta maciza fortaleza fue construida a partir del año 916 por los bizantinos para defender la ciudad de los ataques sarracenos y de la república de Venecia. Aquella primera fortificación, dotada de torres estrechas y altas, poco tiene que ver con lo ahora existente.

Maqueta del castillo con la torre eliminada (izq.) para construir el canal
En 1486, Fernando II de Aragón encargó modificar el castillo y darle el aspecto que tiene en la actualidad. El uso de cañones y el descubrimiento de la pólvora exigía torres anchas, bajas y preferiblemente circulares. Previsto con siete torres, finalmente serían cinco, como se aprecia en la maqueta. Pero en 1883, la torre San Angelo, la de la esquina triangular, fue demolida para construir el canal navegable que conecta el mar Piccolo con el Jónico, e instalar el puente giratorio que sigue existiendo. La esquina derruida se conocía como la cola del escorpión. Las torres tenían una altura de 21 metros y nada menos que 8 metros de ancho.

Maqueta del castillo con el puente giratorio y la ciudad moderna
Recreación del mecanismo que permite abrir el puente girándolo, que en la actualidad se utiliza en escasas ocasiones.

No obstante, la conexión del puente con la calzada es visible en su superficie.

Dependencia interior del castillo
Finalizado el siglo XVI, el castillo fue perdiendo relevancia militar y pasó a utilizarse principalmente como prisión y cuartel, pero se ha mantenido sustancialmente intacto.

Con nuestro guía hicimos un amplio recorrido e incluso lo vimos desde el exterior junto al canal navegable y el puente giratorio. Enfrente, la ciudad moderna.


Finalizada la visita, nos fotografiamos con nuestro guía, el subteniente Oswaldo Mosca, quien hizo gala de gran profesionalidad y combinaba el inglés con el italiano. Nos explicó que le quedaba poco en este cometido pues en unos meses se iba a jubilar.



El resto de la visita a Tarento fue interesante pero menos reseñable. Tiene algo más de 200.000 habitantes y es la segunda en población de Apulia. La parte que recorrimos es agradable, con una amplia avenida peatonal totalmente plana llena de comercios y cafeterías.


A pocos metros, una amplia plaza peatonal urbanizada.


En la que destaca un atractivo templete para la música. 

Vista del lungomare (frente litoral) tarentino.


Y por esta parte de la ciudad, varios grafitis que nos llamaron la atención. El superior, aludiendo a la importancia de la pesca en esta parte de Italia.


Y otro relacionado con la opresión de la mujer en países musulmanes.
Y para despedir esta crónica, uno de los gatitos que vimos en un parque, a los que una mujer alimentaba en ese momento. Tranquilo, vigilaba el proceso y nuestro paso con atención desde la distancia.


MARTINA FRANCA

De regreso a nuestra casa en Noci decidimos hacer una breve parada en Martina Franca, una ciudad más pequeña (50.000 habitantes), pero igualmente con mucha historia y monumentos, aunque sin duda bastante más reciente: el primer poblamiento data del siglo X.

Palacio Ducal, actual Ayuntamiento de la ciudad
Aprovechamos las pocas horas que estuvimos en Martina Franca, localidad de mediano tamaño y cómoda de pasear, para hacernos una idea de la ciudad y de paso buscar un sitio donde comer tarde o cenar pronto. En Tarento fue imposible pues cuando nos fuimos, sobre las cinco de la tarde, todos los restaurantes que encontramos estaban cerrados.

Paseamos por sus calles, con zonas peatonales y numerosos edificios barrocos, caía la tarde y con la luz en descenso ganaba belleza.

Palacio de la Universidad, de finales del XV con añadidos barrocos
Edificado cerca de la Iglesia de San Martino, la principal de la ciudad, su construcción parte de la concesión a la ciudad de la universidad por parte del rey Fernando de Aragón en 1478. Posteriormente, mediado el siglo XVIII, fue reformado y se le añadió decoración barroca.

Plaza de la Inmaculada o de los Pórticos
Muy cerca de esta plaza porticada encontramos varios restaurantes abiertos, por lo que encima pudimos elegir.

Esperando la cena en el restaurante Romina
Recalamos finalmente en el Romita, en su terraza exterior, y cenamos bien. Fue curiosa la discusión entre dos camareros, personas ya de cierta edad, que se peleaban por tomarnos la comanda. El que empezó fue relegado sin muchos miramientos por otro (ignoramos si era el jefe), que finalmente atendió nuestra mesa. Por el tono de la conversación no estaba conforme con su forma de hacer el trabajo.

Acabada la cena, de regreso al coche uno de los viajeros gestionó un par de tartas. Era su cumpleaños y por tanto el postre lo tomamos en la casa.

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